Cerca de las 10 am recibí un mensaje en mi celular. Era un hincha de San Lorenzo burlándose de mi porque, según decían los medios, Ramón Díaz seguía en el club de Boedo.
Parece que sí puede. Unas horas más tarde llegué a mi casa, prendí la tv, y vi como todos los medios anunciaban la continuidad del Pelado en el Ciclón.
Fue una sensación rara. Me preguntaba por qué, mientras la bronca, la desazón, la indignación me invadían. ¿Por qué un ídolo del riñón del club nos dice que no? Más allá de supuestas revanchas no encontraba respuesta.
Pese a que en todos los medios afirmaban que el riojano había optado por la institución de Boedo yo no quería creerlo. Y en lo más profundo de mi corazón se mantenía la ilusión de que iba a sorprender a todos y decía que venía para Núñez.
No fue así. Empezó la conferencia, oficializan la información que daban los medios y la esperanza se derrumbó. Ramón le dijo que no a River. Sí, Ramón. Ese que siempre dijo que se muere por ir a River. Ese que firmó contrato en San Lorenzo y obligó a poner una cláusula que lo habilite para rescindir si recibía una oferta de River. No lo podía creer.
Sentí una sensación rara, y creo que muchos riverplatenses habrán sentido lo mismo. Pero sobre todo por los manejos que se habían dado. El coqueteo.
Porque el coqueteo, el amague, si fue para hacer "caer" a la dirigencia de River puedo aceptarlo. Pero ese amague nos lo comimos todos. Todos nos ilusionamos con la vuelta de Ramón. Y me dio impotencia cuando de su propia boca deslizó: "con el sentimiento del hincha no se juega".
Peor sería si es que, en lugar de hacerlo para burlar al presidente de River, lo hubiese hecho como una táctica para acrecentar los números de su contrato. Pero tratemos de pensar lo mejor.
Ramón fue, es y seguirá siendo ídolo del club, creo que eso nadie lo duda. Pero esta decisión dejó a los hinchas millonarios con una sensación extraña. La sensación de que ya no existen los Angelitos.
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